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Aparecen como cristianos fieles al mensaje enseñado por Jesucristo, no siendo presentados como fanáticos, sino como personas muy coherentes

“Silencio”, de Martin Scorsese: Un homenaje a la gente sencilla

Víctor Alvarado A esta temporada cinematográfica la podríamos titular como la del resurgimiento potente de películas de temática cristiana porque el cine español ha estrenado Luz de soledad y Footprints; el cine europeo Las inocentes y Blanka, que es una coproducción italo-filipina, mientras que de la Meca del cine han salido dos producciones extraordinarias como Hasta el último hombre de Mel Gibson y Silencio de Martin Scorsese, que nos disponemos a analizar.

El argumento gira en torno a dos jesuitas del siglo XVII que viajaron a Japón para conocer porque uno de los padres de la Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola, había apostatado de su fe por causa de la tortura infringida por algunos japoneses. Este largometraje es un proyecto personal de este maravilloso director, recordado por Taxi driver, Uno de los nuestros, Infiltrados, La invención de Hugo o Shutter Island, que ha estado danzando durante más de 20 años y que explica a la perfección el funcionamiento y el sentido de las congregaciones religiosas.

Esta película, Silencio, está basada en la novela histórica del escritor japonés católico Shusaku Endo. El ritmo es pausado y lento, pero atractivo, atrapándote de principio a fin. La intensidad dramática te mantiene en tensión porque se sea o no creyente no parece difícil comprender y ponerse en el lugar de los protagonistas. La mayor virtud del cineasta Martin Scorsese es la cantidad de matices que da a los personajes tanto los positivos como los más tóxicos, lo que le da credibilidad a la historia.

No obstante, hay críticos de cine que dicen que se ensaña con el villano. Estamos convencidos de que este trabajo no dejará a nadie indiferente. Se puede entender como la reconciliación del realizador con la Iglesia Católica. En definitiva, se trata de una película con muchas posibilidades para entrar en la carrera por los Óscar. El reparto lo componen dos magníficos actores como Alan Driver y Liam Neesson junto a un Andrew Garfield, protagonista de la última saga de Spiderman que, a pesar de no ser santo de mi devoción, progresa adecuadamente como nos decían en el colegio. Los actores de rasgos orientales se acercan a la matrícula de honor con sus interpretaciones. Esta cinta es un homenaje a la gente sencilla; a esos más de mil campesinos nipones que murieron mártires por defender su fe y que están en proceso de beatificación.

Aparecen como cristianos fieles al mensaje enseñado por Jesucristo, no siendo presentados como fanáticos, sino como personas muy coherentes, lo que servía de acicate para los misioneros jesuitas, inspirados en San Francisco Javier para que tuviesen más claro que su entrega había merecido la pena. La cinta intenta hacernos pensar de hasta dónde estás dispuesto a llegar por un ideal. Invita a reflexionar sobre el modo que tiene Dios de comunicarse con el hombre que se toma unos tiempos distintos a los nuestros.

Por último, el cineasta hace una propuesta interesante en la que plantea que si cuando un hombre es obligado a renegar de sus creencias por la fuerza bruta, es posible que su corazón deje de confiar en la Providencia. Por otra parte, el guionista ha ajustado los diálogos de manera acertada en la que los personajes hablan del Evangelio y lo pueden relacionar con su vida en la que se muestra que el amor de Dios es más poderoso que nuestras flaquezas.

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