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Diario YA


 

Crítica literaria de "Y si habla mal de España..., es español", de F.S.Dragó

Y si habla mal de España..., es español

Presagiando la perpetuación de la era “zapateril” y antes de iniciar su autoexilio en África e India, como consecuencia de aquella, lanza Sánchez Dragó este último en­vite frente a los idus de marzo. Ya de polémico título, no es recomendable su lectura para toda suerte de indigentes intelectuales. Si bien, a tan extensa patulea, vistas las ci­fras de venta, no le vendría mal cierto propósito de enmienda y acto de contrición. No creo reconocer ánimo alguno de zaherir en el autor. La obra, mas bien, debe interpre­tarse como sangrante y verídica crónica descriptiva, como lacerante diagnóstico de un pueblo teratológico. Lo que afronta Sánchez Dragó es un análisis del devenir del pueblo español, erigiendo un sugestivo nuevo clamor: “A contra-España”. Un pueblo venido a menos bajo los mohines de un clerizonte, que apenas cubre sus deficiencias mentales bajo clámides semejantes a las mantenidas en sus tenidas. Un pueblo tarambana y zan­golotino, imagen especular de sus gobernantes y representantes en Eurovisión. Y es que el paisanaje hispano tiempo ha que parece esmerarse en cumplir fielmente el conocido dicho: “más tonto y nace oveja”.

¿Tenía razón J. A. Primo de Rivera al aseverar: “amamos a España porque no nos gusta”? Interpreto que sí para Sánchez Dragó, quien no arremete contra la Nación, entendida como figura, como ente supra-histórico y espiritual. De lo que habla el autor es de este pueblo entecado, huérfano de jazaranes y entregado a una absoluta sinergia lisérgica. Ya a Unamuno le dolía Hispania, ya Ortega barruntaba algún síntoma.
 
El propósito de Sánchez Dragó no es otro que inquirir, encontrar y proclamar las razones de esta desarboladura moral del pueblo español. Frente a la laboriosidad, honra­dez, sentido del honor y patriotismo que caracterizan a otros pueblos más civilizados, a los españoles podría definírsenos por: nuestra holgazanería y picaresca, nuestra “negra honrilla”, nuestro deshonor, nuestro patetismo cainita. Ya desde el s. XVI, diversos viajeros extranjeros así lo constataron. Ciertamente, el autor no destila escepticismo, sino optimismo bien informado.
 
Un libro, en fin, que escocerá los más profundos engramas de estos coetáneos hispanos entregados a la molicie mental y sensual. A tan gruesa caterva de “ezpañoli­toz” recordarles, en palabras de Sánchez Dragó, que “muy pocos hombres llegan a ser personas”. Cuando los referentes se limitan a Chanquete, los principios se circunscriben a una egolatría sin límites; cuando se desprecia el saber, se sobrevalora el tener; cuando todo valor es laminado... cuando todo esto lo ejercen los propios españoles, décadas ya adoctrinados en la “ciudadanía”: cabe finalizar con un exhorto y una recomendación. Mantener e incrementar la rebelión cívica, sobre el poso aun relevante y vindicativo del Humanismo Cristiano y de nuestra Historia, no es sólo lícito y legítimo, es una exigen­cia moral. Aun sin libertad, la verdad prevalecerá. A Hispania sólo sirve quien vale.
 
Y la recomendación. Antes de pensar en exiliarse, lean esta obra. Si les duele, buena señal. Y si no: ¡otra de gambas!

por Jesús Romero-Samper

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