Principal

Diario YA


 

Abortos, cambios de sexo, ideología de género, destrucción de la familia,

Despierta Europa antes de sea aún más duro despertar

Daniel Fernández Cantalapiedra. Amad a vuestros enemigos, quitad la viga en vuestro ojo antes de mirar la paja en el ojo ajeno, no juzguéis y no seréis juzgados... Lo siento, pero todo esto me viene a la mente cuando pienso en el continente que me vio nacer.

¿Por qué? ¿Por qué todo esto? Y, más aún, ¿por qué no nos damos cuenta?
¿Por qué aún ni siquiera – algunos – pueden intuir de qué hablo? No hay verdad sin justicia. La justicia sin verdad no es tal. El amor es a la verdad lo que la verdad a la vida.

Y, si no niego estar un poco compungido por los eventos que ofrece el lado oriental de nuestro bello, muy precioso - como el oro – continente, desearía decirle a mis compatriotas que lo peor – tal vez – esté por llegar.

¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo no aprenderemos? ¿Por qué seguir culpando y demonizando? ¿Por qué no despertar antes de que nos despierten de este dulce sueño que se convirtió en una hiperglucemia por demasiado empalagoso?

Abortos, cambios de sexo, ideología de género, destrucción de la familia, familias que no debería ser modelo y que resplandecen ante un público que ni tan siquiera entiendo cómo no se ha atragantado ya con tantas palomita para tan horrendo circo.

Vienen tiempos duros, muy duros. Los mismos tiempos duros que le vendrían a cualquier individuo que lleva décadas transitando por la via equivocada, y al que le dicen que tiene que rectificar.

¿Podremos? ¿O nos podrá el orgullo? ¿Diremos alto y claro que esta no es la Europa que quisieron sus fundadores? ¿Diremos ya que quienes nos “sirven” en Bruselas, están lejos de ser quienes deberían ser?

En otras palabras: es tiempo de crujir de dientes, de lágrimas... de vivir de cara a la verdad y no usándola sólo para tomar el sol.
La verdad no se oculta, de hecho nunca lo ha hecho... es hora de que hagamos las cuentas que tengamos que hacer, cada uno, y empecemos a dar fruto de verdad – fruto maduro, real y verdadero.

Fruto de aquél que perdura entre las generaciones. Fruto, el mismo fruto del que hoy, en esta Europa de la “nueva era”, quieren prohibir que hablemos - por no ser “correcto”.
 

Daniel Fernández Cantalapiedra
Profesor de español y educación física (Eslovaquia)