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Diario YA


 

El equipo femenino de Sánchez, de fracaso en fracaso

Miguel Massanet Bosch.
Este feminismo radical y ensoberbecido que estamos padeciendo en España, que se ha alejado de sus justas reivindicaciones en cuanto a la igualdad de oportunidades y trato que se les deben dar, por justicia, a las mujeres; para convertirse en algo parecido a un partido político de clara tendencia izquierdista, con ramalazos totalitarios y excesos verbales que las sitúan, en ocasiones, al borde de la idiocia y una reacción de repulsa hacia todo lo que está relacionado con el sexo contrario que ni es justa, ni tiene otro fundamento que un rencor absurdo y que, cuando llega el momento de la verdad, cuando deben demostrar, en la vida cotidiana de un país, esta superioridad de la que tanto se ufanan, respecto a la forma de actuar del sexo masculino, no parece que los ejemplos que vamos teniendo sean precisamente de los que poder alardear, ni mucho menos, que apoyen la utópica imagen de que, un gobierno de mujeres, sería una bendición para la nación; antes al contrario, mucho nos tememos que esta sobrevaloración de la capacidad femenina, que ellas misma se han atribuido, no resulte ser uno más de estos bluf que tan corrientes son en aquellas agrupaciones que intentan destacar para sacar fruto y beneficio de un supuesto victimismo, que aún está por demostrar que haya sido una realidad y no un medio de anatematizar a un sexo que, por cierto, siempre ha cargado con la parte más cruel y sacrificada en lo que ha sido la defensa de sus hogares y en las guerras que se han tenido que llevar a cabo contra quienes nos han querido conquistar.
Y, como estamos entrando en un terreno peligroso debido a que, en España, ya se empiezan a poner reparos a las opiniones de los ciudadanos que no sean políticamente correctas y, aparte del peligro de diferir de esta nueva concepción del sexo y sus distintas variedades aceptadas como dogmas de fe, como es el caso de la homosexualidad, la bisexualidad, el lesbianismo o el transexualismo y muchos otras variantes y combinaciones que, si no andamos equivocados, vamos a tener que conocer y aceptar en un futuro no muy lejano; no sería raro que, el dudar de las ventajas de que este feminismo radical que se nos quiere imponer desde el propio Gobierno, llegue a constituir alguna clase de delito como el de odio que se ha descubierto que sirve para impedir todo pensamiento o manifestación que no coincida con el que se nos quiere imponer desde el palacio de la Moncloa; vamos a intentar mencionar alguna de las “perlas” que hemos ido recogiendo referidas a sendas actuaciones, decisiones, ocurrencias o resoluciones que han sido  fruto de la mente de estas señoras a las que se les ha entregado el poder de hacer y deshacer dentro  de este gobierno de coalición que nos ha tocado aguantar.
Y es que, dejando aparte el bodrio legal de la Ley de Educación de la señora Zelaá, el resto de  señoras ministras, no han acabado de entender que, cuando se ocupa un cargo dentro del Gobierno no es para que puedan imponer sus ideas políticas, o cometer desvaríos sin haber previsto sus consecuencias o intentar, subjetivamente, unas actuaciones que impidan a una parte de la población, que no les votó, continuar teniendo los mismos derechos que cualquier otro español. Hete aquí que nuestra ministra, vicepresidenta y ministra de Trabajo, la señora Yolanda Díaz, ha decidido motu propio eliminar de un plumazo lo que formaba parte de la idea de unos servicios autónomos llevados a cabo por aquellas personas que efectuaban repartos de mercancías de distintas empresas, a domicilios o destinatarios diversos. No le parecía bien, a esta jueza quisquillosa, que estos señores fueran llamados trabajadores autónomos y no por cuenta ajena. Y se ha salido con la suya y, hoy en día, ya se consideran trabajadores de plantilla de las diversas empresas que antes los contrataban por sus servicios de reparto.
Parece una decisión muy social, muy proteccionista y muy del agrado de los comunistas, que siempre están al acecho de imponerles a los “patronos” cuantas más cargas posibles. Pero no todo es oro lo que reluce, como apunta el refrán y, ahora, cuando se empieza a notar lo que está sucediendo a consecuencia de la idea de la señora ministra, es cuando se advierte que las decisiones se han de valorar, estudiar con detalle y tomar en cuenta repercusiones que pudieran empañar los resultados de aquella medida. En efecto, la llamada “ley rider” de la señora Díaz empieza a dar sus “frutos” lo que ocurre que no en el sentido positivo que la señora ministra esperaba, de favorecer a sus pupilos los repartidores.  En vez de eliminar a dichos trabajadores de la llamada explotación por parte de las empresas lo que se está consiguiendo es que se queden sin trabajo, sean despedidos y empujados a la miseria. Por ejemplo, la empresa Deliveroo que se ocupaba de coordinar estos servicios ya ha anunciado que se va de España; otra, la empresa Glovo ha impugnado las primeras altas de sus trabajadores en la Seguridad Social y, finalmente, Uber Eats ha decidido ir a la Audiencia Nacional para despedir a 3.000 de sus repartidores, tras ser denunciada por los sindicatos CC.OO y UGT.
Y es que nuestra ministra quiso amparar su decisión argumentando que toda Europa y, por añadidura, el presidente americano Joe Biden, estaban “pendientes” de lo que ella intentaba llevar a cabo. Algo que los propios riders rechazaban viéndose venir las fatales consecuencias que se derivarían de semejante intento. No sólo no ha habido mejoras para los repartidores, sino que, hasta ahora, lo único que han cosechado ha sido despidos y miseria. ¡En hora buena, señora ministra!
Y otra consideración que atañe a una ministra, la señora Calviño que, en un principio parecía ser la más sensata y razonable del ramillete de ministras socialistas que se trajo Sánchez, una señora que, al parecer no va teniendo en cuenta dos reglas de oro debidas al tratado de Maastricht (1992), lo que se considera la piedra angular de toda la economía europea, donde se establecen las famosas normas de estabilidad: que el déficit público no supere el 3% del PIB y que la Deuda Pública, a la vez, no supere el 60% del PIB. Pues bien, no sabemos muy bien en virtud de que ha cambiado de pensamiento, parece que ahora lo que está pidiendo es que se cambien las normas. No se entiende, debido a que la lógica más evidente lo que espera es que ni uno ni otro concepto económico sean elevados, porque lo bueno sería que el Estado no sufra de ninguna de las dos cargas. Sin embargo, la característica de nuestro Gobierno socialista ha venido siendo endeudarse sin miramientos mientras BCE de la señora Cristine Lagarde, anuncia que para Navidad empezará una retirada gradual de compra de la deuda pública por parte de dicha entidad bancaria. La política de subvenciones, de apoyos económicos de compra de votos mediante aportaciones millonarias a Cataluña y el Pais Vasco, a pesar de que la situación del reino no sirviera para apoyar semejantes despilfarros, se ha seguido subvencionando, aumentando la emisión de Deuda Pública española hasta niveles que nos conducen directamente al 125% del PIB, una cifra récord que, si se corta a rajatabla la compra de la DP por el BCE, en lo sucesivo es muy posible que, en España, pasemos por serios problemas de estabilidad económica. No les arrendamos la ganancia a los españoles que dentro de veinte o cuarenta años se encuentren con vencimientos millonarios de DP.
La ministra ya no actúa de acuerdo con las reglas de la mejor economía para España porque, como el resto de nuestro ejecutivo, esta totalmente dependiente de la voluntad de Pedro Sánchez que, como es evidente, si se sigue su trayectoria desde que ocupó el poder, lo único que le viene preocupando y, a lo que viene dedicando todo su esfuerzo, es a asegurarse votos que le permitan eternizarse en el poder; algo que seguramente va a conseguir si en España no se toman medidas para convencer a los españoles de que, si se sigue esta política de gasto desenfrenado nuestro destino va a ser la bancarrota nacional.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, observamos como hemos caído en lo que se podría calificar como la contemplación, con óptica infantil, de problemas que deberían ser objeto de un análisis profundo, serio, apolítico y libre de extremismos, de discrepancias regionales o de intentos de llevar adelante una deriva de izquierdas, que es evidente que no va a servir para el resurgimiento de nuestra nación que lo que necesita es paz, reconciliación, y si mucho me apuran, una renuncia a los egoísmo partidistas para formar un gobierno de unidad que fuera capaz de luchar, de una vez y con posibilidades reales de éxito, contra estos nacionalismos chantajistas que son los que nos van llevando a situaciones que en nada favorecen a los intereses de los ciudadanos españoles. Y una de las frases de nuestro don Jacinto Benavente: “Los pueblos débiles y flojos, sin voluntad y sin conciencia, son los que se complacen en ser mal gobernados”

 

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