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Diario YA


 

España convertida en objetivo del ataque de la izquierda internacional

Miguel Massanet Bosch.
Es triste para los que todavía nos sentimos orgullosos de ser españoles, de las hazañas de nuestros antepasados, de los descubrimientos y de la cultura que llevamos por toda América, una América, no lo olvidemos, en la que existían costumbres bárbaras entre sus pobladores, como las practicadas por los antiguos pueblos de México, donde sus religiones precolombinas contemplaban los sacrificios humanos como algo corriente y necesario para aplacar a sus múltiples dioses que, al parecer, estaban sedientos de sangre. Veamos lo que relata Bernal Díaz del Castillo sobre lo sucedido durante la retirada de Hernán Cortés y sus tropas de Tenochtitlan, cuando pudieron observar, desde la orilla del lago Texcoco, el sacrificio ritual de españoles que no lograron escapar. El sacrificio consistía en la extracción del corazón de la víctima.  En 2007 análisis del ADN confirmaron que las víctimas eran traídas de pueblos conquistados.
Los mayas de la época clásica y sus antecesores del preclásico, a su vez, según explica Michael Coe: “eran gobernados por dinastías hereditarias de guerreros para quienes el autosacrificio y el derramamiento de sangre, y el sacrificio mediante la decapitación humana, eran obsesiones supremas”. Los sacrificados, casi siempre, eran niños a los que se les arrancaba el corazón según queda descrito en cerámica pintada de aquella época. Otro tipo de sacrificios maya era arrojar a la víctima en el interior de un “cenote” (depósito de alguna profundidad)
Este mismo tipo de rituales religiosos los practicaban los toltecas, un pueblo del altiplano mejicano, que en los tiempos precolombinos decapitaban a niños de cinco a quince años cuyos restos fueron encontrados enterrados con figurillas de Tláloc. Otros pueblos, los totonacas que habitaban en las zonas costeras y montañosas, también sacrificaban a los niños, en este caso, para extraerles la sangre para mezclarla con semillas para hacer una pasta que luego devoraban.
Resulta, cuanto menos, chocante y ridículo que ahora, en el siglo XXI, aquellos mismos indígenas que, en muchos casos siguen aquellos mismos ritos, usando sangre de aves en lugar de la de niños; se escandalicen de lo que hicieron los españoles cuando llegaron a América y fueron recibidos con hostilidad por los nativos que, en número muy superior, que los atacaron intentando expulsarlos de sus dominios. El indigenismo se olvida de que España, desde el tratado de París, del 10 de diciembre de 1898, tuvo que conceder la independencia a Cuba y a ceder Puerto Rico, Filipinas y Guam a Estados Unidos.  El resto de colonias como Argentina, Uruguay etc. las perdimos en el siglo XIX y otras en el siglo XX, lo que nos exonera de cualquier responsabilidad en cuanto a los gobiernos nacionales que se hicieron cargo de aquellos territorios, en la mayoría de los casos corruptos, caciquistas y totalitarios, que lo único que hicieron fue enriquecerse a costa de los indígenas y las clases menos favorecidas. Si el indigenismo de aquellos países no ha sido capaz de establecer verdaderas democracias, se les debería pregunta a ellos cuál a sido la causa. No fue culpa de Colón ni de los españoles que, lo que llevaron a aquellas tierras, aparte de la religión, fue una cultura y civilización de la que carecían en absoluto por aquellos tiempos.
Lo que no tiene perdón de Dios, no se conoce en ningún otro país y da una imagen penosa de nuestros ciudadanos es que sean, precisamente, las izquierdas del señor Pablo Iglesias las que, demostrando su incultura, su falta de preparación, su malignidad y su intención de sembrar discordia entre los españoles, se ha erigido en uno más de los que culpa a España de las supuestas atrocidades cometidas por los descubridores españoles en sus conquistas y descubrimientos, hechos que, precisamente, se están celebrando en el día de hoy, un día que debería ser de orgullo patrio si, de verdad, España estuviera en manos de quienes siguen honrándola por sus gestas históricas.
El que, el presidente de Méjico, una nación en la que la corrupción de sus gobiernos ha sido endémica; donde un partido político, en manos de corruptos, se las arregló para gobernar la nación durante más tiempo del que hubieran querido sus ciudadanos; donde la inseguridad de sus calles es proverbial y la pobreza constituye una de las lacras más importantes que, ninguno de sus gobernantes, ha sido capaz de erradicar de las tierras mejicanas; pues este señor se atreve a pedir a España que pida perdón por haber llevado a Méjico a quien fue quien aportó la mezcla más rica de sangre, al cruzarse con la mejicana, creando este maravilloso mestizaje para enriquecer la etnia, amén de haber aportado la cultura europea y de la nación española,  sacando a los indígenas de sus atavismos, prácticas religiosas bárbaras y de su atraso respecto a la civilización de occidente. Pero en España, por desgracia no tenemos a quienes sepan sacar pecho, responder debidamente a los insultos que recibimos de estas naciones, que no tienen la decencia de mirar en los errores que han cometido a través de su historia, para dedicarse a insultar a aquellas naciones de las que recibieron su identidad.
Pero no nos quedemos en futesas, porque el norteamericano señor Biden, un individuo que presume de católico pero que es abortista y práctica, como la mayoría de políticos, la hipocresía de intentar congraciarse con su pueblo, usando el recurso de distraerlo con otros temas o placebos tan absurdos como el de desprestigiar el tradicional día de Colón, acusando a España de ser un país opresor con los pueblos que descubrió. Claro el señor que vino a sustituir al señor Trump, al que acusó de todo lo que pudo, verdadero o falso, no viene dando pie con bola y ya ha conseguido situarse en aceptación del pueblo americano, por debajo de la puntuación que recibía su antagonista republicano. El que vino a salvar a EE. UU de lo que consideraba la locura de Trump, se olvida de Guantánamo, de la masacre de los indios y de la forma discriminatoria con al que se viene tratando secularmente con la etnia africana. Resulta que viene siguiendo la misma línea dura con los inmigrantes que llegan por la nación mejicana; que ya se enfrenta con diversas organizaciones empresariales por sus errores en cuanto a decisiones que pueden afectar de manera negativa a los norteamericanos y que se encuentra en momentos en los que parece que su presidencia se está tambaleando.
Y ¿qué hace este señor Pedro Sánchez, al que hoy, como ya se ha convertido en costumbre inveterada, le han obsequiado con un abucheo que ha tenido que soportar a pie firme, a pesar de que se le había situado en un lugar alejado de los ciudadanos que han acudido a presenciar el desfile de nuestras fuerzas armadas? Nada, absolutamente nada que no sea seguir con el plan que tiene trazado para conseguir mantenerse en el poder e intentar volver la tortilla, que actualmente le es adversa, del tema electoral; algo que le viene preocupando en cuanto a las elecciones legislativas de aquí a dos años, suponiendo que no se tuvieran que adelantar por motivos que ahora no se nos alcanzan.
Y no hace nada porque, a él y a sus secuaces del gobierno, les encanta que, desde fuera, los países como Venezuela del señor Maduro o Bolivia o la Nicaragua del señor Ortega, se dediquen a criticar a nuestra nación, cuando ellos debieran callarse porque todos los gobiernos con los que cuentan carecen en absoluto de principios democráticos, pese a que presumen de ello. Seguimos, no obstante, manteniendo la esperanza de que estos miles de personas que han acudido a presenciar el desfile de nuestras FF. AA, sigan manteniéndose firmes en sus convicciones, mantengan su apoyo a nuestra Constitución y continúen trabajando, en lo que esté a su alcance, para intentar que este gobierno incapaz que estamos soportando, reciba, cuanto antes, la carta de despido de parte de todos aquellos españoles que ya estamos hartos de soportar sus estupideces y su totalitarismo.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, estamos notando con verdadera pena que nuestra nación ha entrado en una fase de desánimo, de mal humor, de inquietud y de pesimismo respeto al futuro incierto que nos espera; sin que veamos en quienes debieran de estar trabajando, codo con codo, para conseguir erradicar la amenaza a la que estamos sometidos, enzarzados en polémicas absurdas, disputas derrotistas, ambiciones estúpidas que, en total, hacen que la unión que debiera existir entre los partidos de la oposición se haya convertido en una quimera que nadie, en su sano juicio, puede pensar que tiene un arreglo fácil y conveniente, para lo que precisa la nación española.
Hoy le debemos la frase, con la que nos ilustra, a Thomas Macaulay: “Cuando la lucha entre facciones es intensa, el político se interesa, no por todo el pueblo, sino por el sector al que él pertenece. Los demás son, a su juicio, extranjeros, enemigos, incluso piratas.”