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José Miguel Serrano: “No se puede dejar al Estado la potestad de decidir quién es digno"



Ángela Aparisi Miralles, directora del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de Navarra y observadora del Comité de Bioética de la UNESCO, y José Miguel Serrano Ruiz-Calderón, profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Academia Vaticana Pro Vita, han participado junto a César Casimiro Elena, profesor de Bioética del CEU Cardenal Herrera de Elche, en una mesa redonda sobre los derechos humanos y los límites que se deben imponer a la investigación, en el curso de verano Conflictos en Bioética del CEU Cardenal Herrera.

 Los tres expertos han basado la argumentación de la mesa redonda en el concepto de dignidad. Para el profesor Serrano, en la actualidad, “hay un ataque al concepto de dignidad, entendida como principio jurídico referente fundamental para mantener la protección del ser humano y del sistema democrático”. “La dignidad es la contraposición al totalitarismo como concepto que defiende a la persona. No se le puede dar otro sentido a la dignidad”, ha afirmado. Por ello, el profesor de la Complutense ha recordado que, en casos como la eutanasia, “no se puede dejar al Estado y mucho menos a un individuo particular, la potestad de decidir quién es digno y quién no”.
 
Por su parte, la profesora Aparisi ha explicado que todos los países del mundo se muestran partidarios de defender la dignidad humana, pero no hay una postura común a causa de la ‘ideologización’ del propio concepto que hace que, al final, “acabe eliminado el sentido de la dignidad”. La profesora ha recordado que “el ser humano es insustituible, los hombres no son fines subjetivos sino objetivos, ya que nuestro valor no se mide sino que valemos por el mero hecho de ser miembros de la raza humana”.
 
La profesora Aparisi ha asegurado que “el desarrollo actual de la bioética niega la universalidad, un aspecto básico de los derechos humanos”. Aparisi sostiene esta afirmación porque en la actualidad “no se considera con los mismos derechos al ser humano en sus etapas débiles”.La eutanasia y el aborto “se presentan como medidas progresistas pero en realidad son todo lo contrario, ya que restringen derechos a los más desprotegidos: embriones, minusválidos, ancianos o niños con malformaciones” ha comentado. Para Aparisi, “ésta es una visión utilitarista de la persona, que exalta la cultura de los derechos humanos pero niega la universalidad de los mismos, por discriminar a los más débiles”.
 
Objeción de conciencia en la rama sanitaria
En la jornada de ayer, y dentro del mismo curso, se abordó el tema de la objeción de conciencia en la rama sanitaria. Carlos Pérez del Valle, Catedrático de Derecho Penal de la Universitat Abat Oliba CEU, puso en tela de juicio la constitucionalidad de la ley de plazos dado que este sistema que permite el aborto libre durante las primeras semanas de gestación, “no reconoce el derecho a la vida del feto” y, por lo tanto, es anticonstitucional en virtud del artículo 15 de la Constitución por el que se reconoce que “todos tienen derecho a la vida”.
 
En la mesa redonda posterior, participó el doctor José Hernández Yago, jefe del laboratorio de Organización Celular del Centro de Investigación Príncipe Felipe. En declaraciones de Hernández Yago, “la objeción es el instrumento de los ciudadanos para garantizar sus derechos frente a la intromisión del Estado en la esfera de su vida privada. Si el Estado no invadiera estas áreas individuales, la objeción no sería necesaria”. Y ha añadió que “la objeción de conciencia puede no llegar a tener sentido cuando la sociedad completa está dirigida hacia una conciencia única de carácter mayoritario, sin tener en cuenta a las minorías”.
 
Sobre la investigación y los conceptos de pre-embrión en Biomedicina, el doctor Hernández Yago afirmó que “es una falacia hablar de pre-embrión, ya que es un término inventado para quitarle entidad humana a lo que es un ser humano desde la primera célula resultante de la fecundación”. Hernández Yago precisó que antes de 1990 no existía en la literatura médica el término pre-embrión, “una palabra inventada para justificar determinadas prácticas sobre el concebido no nacido, en sus primeros catorce días de vida”.

 

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