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Diario YA


 

LA ASCENSIÓN DE CRISTO REDENTOR

Con este título Sor María de Jesús de Agreda, respetando los datos de los Evangelios de  Hechos, describe el dogma de la Ascensión, con gran amplitud de detalles místicos. En el Capítulo 29 de la Mística Ciudad de Dios, una especie de biografía misteriosa de la Santísima Virgen escribe: “Llegó la hora felicísima en que el Unigénito  del Eterno Padre que por la Encarnación humana bajo del cielo, había de subir a él  con admirable y propia ascensión para sentarse a la diestra que le tocaba como heredero de sus eternidades, engendrado de su sustancia en igualdad de y unidad  de naturaleza y gloria infinita. Subió tanto porque descendió hasta lo inferior de la tierra como dice el Apóstol San Pablo  (Ef, 4-9). Con esta pequeña grey salió del cenáculo nuestro Divino Pastor Jesús, llevándolos a todos delante por las calles de Jerusalén y a su lado a la beatísima Madre. Y luego los apóstoles y todos los demás por su orden  caminaron hacia Betania que distaba menos de media legua (1 legua son 5,556 Km.) a la falda del monte de los Olivos. Despedido Su Divina Majestad de aquella santa y feliz congregación de fieles con semblante apacible y majestuoso, juntó las manos y en su propia virtud se comenzó a elevar del suelo, dejando en él las señales o vestigios de sus sagradas plantas, Y con un suavísimo movimiento se fue  encaminando por la región del aire, llevando tras de sí los ojos y el corazón de aquellos hijos primogénitos, que entre suspiros y lágrimas le seguían con el efecto”.
Así respetando el dogma de  Ascensión tal como lo proclama la Fe de la Iglesia,  Sor María de Jesús, continúa escribiendo sobre el misterio en clave de teología espiritual mística. Fray Luis de León poetiza el mismo  misterio con una  hermosa oda  llena de  un sentimiento de soledad y de pena: Y dejas Pastor Santo (…) Algunos presuntos teólogos liberales y racionalistas modernos  siguiendo a Bultman con  su desprestigiada teoría de la desmitologización  (mundo de arriba y del mundo de abajo) han llegado a tratar el gran misterio como un símbolo inmanente de la subjetividad. Sin comentarios.
Fidel García Martínez