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Diario YA


 

La izquierda sataniza a aquellos a quienes teme: Urge reflexionar

Miguel Massanet Bosch.
Existe un empeño, que yo diría que está fuera de lugar, en satanizar a un partido político que lejos de incumplir la Constitución, de crear problemas de orden público o de pretender utilizar medios ilegales o propuestas anticonstitucionales ha demostrado que por los medios convencionales, las campañas electorales o las argumentaciones pacíficas ha dado muestras de ser un partido más, con tanto derecho ( muchos diríamos que mucho más) de presentarse a las próximas elecciones del día 10 de noviembre para poder optar, como cualquier otra formación política, a formar parte del nuevo arco parlamentario que pueda surgir de los mentados comicios. Se trata, como los avispados lectores ya habrán adivinado, del partido del señor Abascal, VOX; una formación política que ha sido capaz, no sólo de superar toda la campaña en contra que, desde las más furibundas izquierdas hasta la derecha, han lanzado contra ellos, pese a que muchas de sus propuestas están fundamentadas en la razón, el sentido común y la experiencia de los años que llevamos en este país bajo este sistema autonómico, que se ha demostrado ser uno de los mayores errores de aquellos denominados “padres de la patria” que fueron capaces, en la transición, de elaborar una Constitución que, en líneas generales, ha demostrado ser la piedra básica de nuestra democracia, aunque no carece de lagunas que sería urgente rellenar.
Sus enemigos que, sin embargo, no tienen inconveniente alguno de aceptar a la ultraizquierda del señor Pablo Iglesias, como uno de los partidos democráticos, con todos los derechos inherentes a esta condición, cuando, la evidencia y su comportamiento durante los años que llevan formando parte de nuestras instituciones, han demostrado lo poco que les importa la unidad de España (apoyan, sin el menor rebozo, las aspiraciones separatistas catalanas y vascas), su mismo rechazo a la actual Constitución y sus propósitos, en el caso de que consiguiera tener el poder para hacerlo, de cambiar nuestra Carta Magna para adaptarla a lo que, para ellos, sería el destino que les gustaría dar a España, un nuevo modelo de sistema de gobierno basado en los postulados comunistas, según el modelo que el señor Maduro ha implantado en la malhada Venezuela.
Algunos señalados articulistas siguen empeñados en achacar al señor Abascal como responsable de haber importado el populismo de derechas en la línea de Trump o Salvini, sin tomar en cuenta que, precisamente el empujón de VOX es lo que ha sacado a la derecha del PP de su situación de indefinición, de excesiva tolerancia, de inmovilismo y de continuas cesiones, ante unos separatistas cada vez más convencidos de que sus métodos chantajistas y en ocasiones coercitivos, les iban proporcionando pequeñas victorias en las que iban apalancando sus progresos soberanistas. Esta nueva derecha, nunca ultraderecha como, de forma peyorativa, se la viene calificando por sus detractores, sigue siendo un acicate positivo que mantiene a Casado, del PP, y a su equipo de seguidores fuera de la tentación que pudiera tener de hacer, como hizo el señor Rajoy, peligrosas concesiones a separatistas y las izquierdas.
Sin duda alguna que, para las izquierdas, la aparición de un partido que sostiene viejas teorías, hoy desgraciadamente rechazadas por la mayoría de partidos, respeto a cuestiones como el aborto, los homosexuales y lesbianas; la adopción de hijos por matrimonios gay; la enseñanza torticera y doctrinaria que ha motivado que, en las comunidades con aspiraciones soberanistas, se les haya inculcado a las juventudes aires de rechazo a la legalidad y de sublevación contra el orden establecido; la limitación de una inmigración descontrolada, sin revisiones y comprobaciones sobre las circunstancias que acompañan las personas que admitimos, ni sobre la cantidad de los que vamos recibiendo a través a través de todas las fronteras de nuestro país. Y ya que estamos tocando el tema de la inmigración conviene que, todos estos que se rasgan las vestiduras cuando se habla de poner un control sobre la inmigración en España, tomen nota de lo que, el señor Macron, está haciendo en Francia, donde ya se aplican cuotas de inmigrantes, de modo que haya una selección de las personas que entren en el país y, al mismo tiempo, que se vayan seleccionado a aquellos cuyas profesiones sean las más solicitadas por la economía de la nación ( veterinarios, ingenieros, informáticos y personal para la construcción).
Y ahondando en la misma cuestión, resulta curioso que exista una estadística sobre el número de inmigrantes que recibieron los países más importantes de la UE en el año 2017, que nos hace pensar en que, nuestros gobernantes, han hecho el primo o lo que es lo mismo, se han dejado tomar el pelo al dejar que en España, con una población de 46´5 millones de habitantes, se registrara la entrada de 314.238 inmigrantes (hablo de los contabilizados, no de los que pudieran entrar sin conocimiento de las autoridades); mientras la poderosa Alemania, aquella que la señora Merkel presentó como la gran acogedora de migrantes, sólo recibió a 391.498 con una población que prácticamente doblaba a la española, de 80´8 millones de habitantes. Pero es que, por añadidura, España se adjudicó el tercer puesto después de Alemania y el Reino Unido, con 64´3 millones de habitantes que acogió a 320.669 y por delante de Italia, con 60´8 millones de habitantes que sólo recibió a 239.498;  Francia con 65´8 millones de habitantes que admitió a 167.527 y Holanda con 16´8 millones de habitantes que aceptó a 68.618. Por supuesto que el Gobierno del señor Sánchez no nos ha explicado esta circunstancia y parece que no tiene intención de parar este chorro constante de personas que vienen a España, en muchos casos sin oficio ni beneficio, que no caben en los lugares de internamiento ni tienen lugar a donde ir, lo que provoca que mucha de la delincuencia que estamos padeciendo provenga de estos sectores foráneos que, al no disponer de medios de vida, se dedican a la delincuencia para poder sobrevivir. No es lugar para hacerlo, pero sería interesante que estos que hacen estadísticas se tomaran la molestia de sacar la relación de habitantes/inmigrantes de cada nación para ver si, como parece, en España estamos haciendo de papanatas cargándonos con un peso excesivo de solidaridad, mientras otros se salen de rositas viendo como nosotros nos erigimos en la guardería de todos aquellos que no encuentran asilo en otro lugar.
Vaya por delante, por si hubiera suspicacias, de que no soy votante de VOX, pero ello no obsta a que estos señores no estén cargados de razón en muchos de sus planteamientos que, si de algo adolecen, es de estar impregnados de realidad, de sentido común y de falta de una exposición diplomática o lo que es lo mismo que, al pan lo llaman pan y al vino, vino; que es lo que verdaderamente enfurece a esta izquierda manipuladora que, por desgracia, estamos padeciendo en España, apoyada por una prensa, en un 90% adicta, a la que no le importa mentir, engañar, amenazar, distorsionar, omitir o inventar situaciones si, con ello, consiguen desacreditar a sus adversarios políticos, para lo cual no les importan los medios de que se han de valer, los secretos o intrigas que han de sacar a flote o las calumnias con las que amargar la vida a aquellos a los que les interesa desprestigiar.
Y ahora una reflexión final respecto a un artículo del señor Carlos Mundó en La Vanguardia, en el que se insiste en un tema que, ya por viejo, parece de una pesadez insoportable. Este señor se queja de que el Estado español no se deje convencer por dos millones de ciudadanos que, según él, hay en Cataluña que están empeñados en mantener sus ideas soberanistas y que, al parecer, no van a dejar de pensar que tienen razón, por mucho que se les intente convencer. Pues bien, señor Mundó, aquí no se trata de lo que estos señores puedan pensar o dejar de pensar, sino que conviene que hagamos caso a lo que, el resto de 45 millones de españoles, residentes en el resto de España o en la misma Cataluña, piensan al respeto y que, a diferencia de los dos millones a los que Vd. se refiere, piensan diametralmente lo distinto de lo que argumentan estos catalanes. Creo que le convendría empezar a darse cuenta, usted y el millón novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve separatistas restantes, que la grandísima mayoría de españoles que residimos en un país democrático, como el resto de los comprendidos en la UE, estamos a favor de que se siga cumpliendo la Constitución de 1978 y se siga manteniendo la unidad de la nación española, tal como también piensa más del 50% del pueblo catalán.
Ha llegado el momento en el que se tomen las medidas por las autoridades españolas para que cualquier nuevo intento de perturbar la tranquilidad, la paz, el sosiego y el orden en cualquier parte de esta nación conocida como España, tenga la inmediata respuesta que, por supuesto, no consiste en continuar con diálogos inútiles y cesiones espurias, que mantengan esta situación equívoca que los partidos gobernantes han mantenido durante los últimos años y que no ha servido para nada más que para que el separatismo se haya consolidado, reforzado y aumentado a la vista de que se les ha ido tolerando actuar con plena impunidad. Lo hemos avisado en muchas ocasiones, el actuar con paños calientes no sirve para nada si debajo de ellos existe un frigorífico que mantiene la temperatura a 0 grados. Cuanto antes nos demos cuenta de que un cáncer no se cura más que extrayéndolo y cauterizando la herida para que no se reproduzca, antes habremos dado con el remedio más eficaz contra esta tropa de cobardes, niñatos, fanáticos y sinvergüenzas de que se nutren las filas de este independentismo, que no conduce a ninguna parte más que al empobrecimiento de Cataluña y de España.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, y ante la inminencia de tener que acudir a depositar nuestro voto en las urnas, creo que todos tenemos que hacer un examen de conciencia política y pensar, no con lo que nos piden nuestros sentimientos, nuestras simpatías o nuestros agravios personales contra un determinado partido, sino que, lo que es preciso hacer, en esta trascendental ocasión, es que nos dejemos guiar por el cerebro, el sentido común y el razonamiento moderado e intentar proyectar nuestra mente hacia los efectos que, para el país y para nosotros mismos, pueden tener nuestras decisiones, plasmadas en el sentido que le demos al voto que vamos a depositar en las urnas. Que Dios reparta suerte.