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Diario YA


 

La mejor música, los viernes, con Francisco Ochoa

El Regreso del niño prodigio

Aunque su popularidad no alcance a la de otros colegas, Steve Winwood (Birmingham 1948) es una de las figuras claves de la música popular de las últimas décadas. Excelente compositor, instrumentista superdotado y poseedor de una voz única, nuestro hombre ha participado en grupos decisivos en la historia del rock, ha desarrollado una carrera solista más que notable y sus teclados fueron omnipresentes en la época dorada del pop enriqueciendo discos únicos de Jimi Hendrix o Lou Reed, de George Harrison o Stomu Yamashta; sin importarle en absoluto saltar del rock al rhythm and blues, del folk al jazz o del reggae a la salsa. Ahora, cuando acaba de cumplir 60 años, ha vuelto a editar un gran disco.
 
Y es que el viejo Steve está en forma. Además del nuevo trabajo, durante los últimos meses ha protagonizado espectaculares conciertos en Nueva York con su amigo, y colega de Blind Faith, Eric Clapton, ha acompañado en su gira americana al gran Tom Petty y ha dejado claro que aquello de que los viejos rockeros nunca mueren es algo más que una frase afortunada.
 
Una fortuna que no le ha abandonado en su larga carrera. A la tierna edad de 14 años ya andaba con Spencer Davis Group asombrando con una voz, más propia del Mississippi que de Handsworth, que conseguía que temazos como Keep On Running llegaran al número 1 en medio mundo y que otros como Gimme Some Loving se convirtieran en clásicos incuestionables de esos que cierran conciertos entre aullidos del respetable. Se cansó pronto, y en 1967 formó Traffic un grupo muy volcado en la psicodelia reinante con el que, y siendo tacaño, consiguió al menos dos obras maestras Traffic (1968) y John Barleycorn Must Die (1970). Vino después Blind Faith, un perfecto hijo de la fiebre de los supergrupos, y, tras una breve resurrección de Traffic, el bueno de Steve emprendió una carrera en solitario que, a nivel comercial, tuvo su punto álgido con Back In The High Life (´86), una superproducción que le hizo vender todo lo imaginable y obtener dos "Grammys".
 
A partir de ahí, el músico británico no repitió glorias similares, pero tampoco se esforzó mucho por conseguirlo. Él siguió haciendo música honesta, llena de buenas canciones y derrochando clase en las interpretaciones. Exactamente lo que sabe y lo que le gusta hacer cuando interrumpe su vida en la campiña inglesa, que ya dura más de 40 años.
 
Su vuelta a los focos coincide con este Nine Lives que acaba de presentar en sociedad. Un disco sobrio, denso y lleno de buena música en la que Winwood se dedica casi por completo a su órgano Hammond y a demostrar que sigue cantando mejor que nadie. Con la colaboración estelar de un especialmente inspirado Eric Clapton en el tema Dirty City, Winwood abre la grabación con un magnífico I´m Not Drowning,en el que el sólito se ocupa de la voz y todos los instrumentos, sigue luego con baladas marca de la casa como Ragin Sea y tiene tiempo para demostrar su amor por las percusiones y los ritmos más cálidos en cortes vibrantes como Secrets. Al final nos regala cerca de una hora de sonido honesto y fuera de modas que seguro va a envejecer tan bien como su autor.
 
Hace unos tres años tuve la ocasión de verle en directo en Madrid. Fue un concierto cálido y emocionante en el que dio lo mejor de si mismo. Sólo queda desear que regrese pronto y que siga produciendo trabajos tan redondos como este Nine Lives.
 

 

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