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Diario YA


 

La renovación Ibérica pasa por el modelo de la Diócesis de Hispania

Daniel Ponce Alegre.

Analista de Estudios Euroasiáticos.

Coincidiendo con la visita a España del Presidente de la República de Portugal, D. Marcelo Rebelo de Sousa, estamos conmemorando, según el calendario civil y eclesiástico, la vida de Fe y de amor a la Iglesia, y la actividad política, de gestión y de gobierno, de la Reina Santa Isabel de Portugal y Castilla, futuro fundamento junto con los Reyes Católicos de la unificación de la Península Ibérica que siguió el modelo, marcado por el asesoramiento del Cardenal Cisneros ( profundo conocedor de los clásicos greco - latinos y de la Patrística ), de la Provincia o Diócesis Romana y Cristiana de Hispania.

La Real Academia Española de la Lengua define Iberismo como: " la doctrina que propugna la unión política nacional entre España y Portugal ", y desde un punto de vista literario se describe como " el esfuerzo que españoles y lusos tenemos que hacer, no para crearnos o inventarnos, sino para reconocernos como un solo pueblo bajo la Cruz, la Iglesia y Roma ".

Inspirado erróneamente en los movimientos fusionadores ilustrados, de origen masónico, surgidos en Inglaterra, Francia, Alemania e Italia, la romántica aspiración de la unidad de los pueblos peninsulares vivió su apogeo ensoñador durante el S. XIX que fue totalmente infructífera.

Hace cinco años se creó en Portugal el Movemento Partido Ibérico, al que poco después seguiría en España el Partido Ibérico ( Íber ). En octubre de 2016, ambas formaciones, reunidas en la capital lusitana, elaboraron la Declaración de Lisboa, hoja de ruta común para impulsar, junto con Andorra, una Comunidad Ibérica de Naciones. Su meta más próxima se sitúa en las próximas Elecciones al Parlamento Europeo de 2019, a donde quieren llegar con una candidatura conjunta. Dicha excelente propuesta es un elemento muy atrayente e inteligente para que determinadas formaciones políticas, por sí solas o ya coaligadas con otras, a tener en cuenta en sus programas políticos.

El renovado iberismo en la actualidad se presenta, en términos generales, con un discurso muy pragmático y escasamente fundamentado en la Historia de Hispania: " Lo que pretendemos es alcanzar un mayor equilibrio en la Unión Europea mediante una agrupación regional que nos convierta en un territorio más competitivo ante la globalización y los desafíos

tecnológicos ", sintetiza desde la localidad portuguesa de Covilha, en el distrito central de Castelo Branco, Paulo GonÇalces, el Presidente de los ibéricos lusos, en total sintonía con su homólogo Casimiro Calderón, ex alcalde socialista y que tras 45 años de militancia, dejó el Partido de Pedro Sánchez.

Para lograr sus objetivos han diseñado toda una batería de 111 medidas que abordan todos los ámbitos: la creación de un Banco Central Ibérico, junto con la paulatina equiparación fiscal, laboral y empresarial; la promoción del uso del español y del portugués en todo el territorio peninsular nacional y en el exterior a través de los Institutos Cervantes y de sus homólogos; mercado único en pesca, ganadería y espacio aéreo, etc... ¿ Y en qué se sostendrá ideológica y culturalmente todo este entramado administrativo y legislativo ?.

José Carlos Giménez Delgado, Secretario de Organización del Partido Íber señala que lo primero es " crear una conciencia ibérica basada en la lealtad y en la necesidad de un esfuerzo común ". Y en esta cuestión la Historia es la clave y la que da respuesta a los problemas y la que resuelve los conflictos, como por ejemplo sobre el tipo de Estado: República o Monarquía; o sobre el lugar de la capital de Estado - Nación.

Sin las enseñanzas de Santa Isabel, Reina de Portugal y de Castilla, las de los Reyes Católicos y sus sucesores, Felipe II y Carlos I, las de asesores como el Cardenal Cisneros o Mendoza y las de los santos padres hispalenses como San Isidoro de Sevilla, con todo su bagaje de lucha por la Fe en Jesucristo, de amor a la Iglesia y de conocimiento de la cultura grecolatina, ningún Proyecto Ibérico estará sólidamente fundado y se desvanecerá como un azucarillo en el agua o como una estatua con pies de barro.

 

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