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Diario YA


 

El gobierno portugués y sus instituciones son de nuevo un ejemplo de su buena gestión. La policía portuguesa ha intervenido 26 pinturas falsas procedentes de un taller de arte en la prisión de Oporto.

LAS FALSIFICACIONES ARTÍSTICAS TIENEN GARANTÍA DE ORIGEN EN PORTUGAL

Jorge Llopis Planas
Perito Judicial de Arte

Una vez más los portugueses nos enseñan como se deben hacer las cosas. Seguimos mirando a nuestro vecino más querido como si fuera el hermano pequeño, el pobrecito, pero desde hace años el gobierno luso nos está dando lecciones de una gestión envidiable: Beneficios fiscales para empresarios que emigran, gestión del Covid de acuerdo con la Ley, buena relación con sus excolonias de donde no le llegan pateras y una relación envidiable con los ingleses con Brexit o sin él y continúan con un café delicioso.

Hasta el sistema penitenciario portugués es infinitamente mejor respecto al nuestro. El pasado 29 de octubre La Policía Judicial portuguesa desarticuló en el Establecimiento Prisional de Oporto una red de falsificación de arte que se producían en la Sala de Artesanato de la institución. Ni “Talego, meco o trullo”. Establecimiento Prisional, y de Talleres de Reinserción nada: Sala de Artesanato. Es normal que en semejante entorno, el Falsario (que no interno, recluso, galeote o presidiario) encuentre la inspiración, apoyo y el mecenazgo desde el exterior.

No se sabe si es uno o varios los falsificadores de las  26 obras de arte incautadas y de autores portugueses de importancia como Cruzeiro Seixas, Mário Cesariny, Noronha da Costa, José Malhoa, Cutileiro, Domingos Alvarez, Malangatana  y Almada Negreiros, cuyos estilos y temática son variados y muy diferente, lo cual podría significar sólo dos cosas: El gran éxito, popularidad e inquietudes entre los presos portugueses participantes, así como la maestría y esmero de los instructores, o simplemente que en la prisión de Oporto se concentran la mayoría de los falsificadores del país vecino, circunstancia poco recomendable si se quiere rehabilitar al preso ya que la tentación de poner en marcha un taller de falsificación pagado por el estado es una oportunidad innegable: Trabajar sin prisas, un espacio vigilado, con horarios y disciplina, un ambiente relajado... Otra muestra más de que el sistema penitenciario portugués funciona, es que el recluso portugués se toma en serio su estancia en las prisiones: Las obras salían en las visitas programadas, nada de Vis a Vis. Lo primero es lo primero.

Como siempre un marchante de arte del Exterior, se encargaba de poner las falsificaciones en salas de subasta y galerías de Portugal. Y no debían ser tan malas porque el comerciante proveía de los materiales necesarios como lienzos, papel, pinceles, pinturas, aceite de linaza, carboncillos papel de calco y papel carbón.

Las 26 obras aprehendidas forman parte de un lote de 40 obras, investigadas en el mismo procedimiento judicial. Las autoridades portuguesas calculan que el precio de estas obras en el mercado supera los 250.000€

Una vez más los portugueses no dan una lección ¿Para que buscar nuevos falsificadores, si los buenos ya los tienes reunidos y confinados a cargo del estado?. En fin, una lástima que Felipe IV los dejase ir en 1640.
 

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