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Manuel María Bru, columnista y miembro del Consejo Asesor de DiarioYa.es, pone el dedo en la llaga en el tema del aborto

No hay excepción en el aborto

Como recordaba claramente la línea editorial COPE el pasado jueves, la Iglesia Católica –y por tanto todos sus hijos y todas sus instituciones, incluidos todos y cada uno de los espacios de los medios de comunicación confesionales- “está en contra del aborto y de la eutanasia en todos los casos, sin excepción, porque nunca se puede justificar el asesinato de un inocente”. Y en todos los casos significa en todos los casos, y no hay mayor y más dañina mentira que la de quienes pregonan que la Iglesia permite el aborto en el caso de religiosas que hayan sido víctimas de una violación.
 
La cultura pagana, y por tanto, históricamente no humanista –marxismo y liberalismo incluidos, por mucho que a algunos les pese- nunca reconocerá, con Zubiri, que la dignidad humana no está en sus condiciones físicas o mentales, en su capacidad intelectual o laboral, y en lo que a la postre pueda ofrecer el ser humano a la sociedad para que le permita seguir viviendo, que serían todos rasgos de su personalidad. En cambio, la dignidad humana reside en la misma condición humana previa a todo desarrollo, maduración, y realización personal. Por eso, el feto humano, que tiene aún muy poco de personalización, que en su indefensión radical es incapaz de demostrar un supuesto valor cuantitativo de su existencia para que le permitan seguir viviendo, que es todo “personeidad”, es el ser humano más digno y necesitado de ser respetada su vida. Y después del feto, el anciano, el enfermo terminal, el moribundo. Porque tampoco él puede defenderse ante los nefandos poderosos para quienes es un coste inútil, y deciden legislar para que matarlo, eso si, sedándole, que es una manera muy pulcra de ejecutar una sentencia de muerte, y además, llamando a ese crimen “muerte digna”, que es la mayor aberración lingüística del abuso del poder criminal de la historia.
 
Ahora que nuestro gobierno esta dispuesto a hacer del crimen del aborto y de la eutanasia una actividad pública prioritaria y permanente, lo más importante es no bajar la guardia ni un milímetro en la defensa de la verdad y de la vida. Los grandes exterminios del siglo XX fueron posibles no sólo por la perversión de gobernantes satánicos, sino también por la omisión de quienes no mantuvieron siempre la cabeza bien alta dispuestos a todo menos a transigir con el horror. Ahora más que nunca no podemos permitir que nadie, absolutamente nadie, en nuestras casas, en nuestras escuelas, en nuestros medios de comunicación, pueda lo más mínimo contemporizar con esta barbarie. Porque si lo permitimos, Dios puede que nos lo perdone, pero la historia venidera no nos lo perdonará.

 

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