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Diario YA


 

Paco Ochoa: "Fin de Fiesta" para Springsteen

Fin de fiesta

Una vez más lamento no coincidir con el entusiasmo generalizado, pero la última actuación de Springsteen y su banda de siempre me dejó un sabor amargo enganchado al paladar. Un sabor de fiesta caducada, de búsqueda de entusiasmo a base de recursos fáciles y de espectáculo para toda la familia a la que se lleva de paseo para que vea “lo estupendo y bien conservado que está este norteamericano que además es simpatiquísimo y está en contra de la guerra de Irak”. Todo muy respetable, pero bastante triste para los que le hemos seguido durante mucho tiempo y preferimos recordar pasadas grandezas a comprobar como el tiempo acaba convirtiendo la belleza original en una agradable fotocopia apta para todos los públicos.
 
Nada de esto es nuevo en el circo del rock. Ahí están los Rolling parodiándose a sí mismos entre el regocijo general, los supervivientes de los Doors buscando imitadores de Jim Morrison para seguir cobrando o Madonna costeándose los artilugios mas novedosos para continuar dando sus saltitos por el escenario. Comparado con estos ejemplos, el show de Bruce es de una dignidad sorprendente. Lo que ocurre es que en su caso la decadencia duele más. Se supone que él era el abanderado de la autenticidad en el rock y, sin perderla del todo, los años y los estadios están poniendo unos gramos de cartón piedra que amenaza con dañar definitivamente toda la reputación.
 
¿Dónde están los problemas? Primero en su propia herencia, Springsteen y la E Street Band tienen que actuar tres horas, deben hacerlo con una energía desbordante y de ellos se espera un sonido inmaculado. Pues bien, el sonido en el Bernabeu fue detestable, las tres horas se consiguieron a costa de alargar hasta el aburrimiento tostones como Mary’s Place y la energía fue encomiable pero ya no es la misma. Por citar solo un ejemplo al bueno de Clarence Clemons le han tenido que poner un sillón para que descanse entre soplido y soplido y su saxo, que antes rugía, ahora adorna discretamente algún tema.
 
Luego está el repertorio. Resulta una obviedad recordar que el Boss es uno de los mejores compositores que ha dado la música popular de ahora y de siempre y si algo le sobran son grandes canciones. Lo malo es que las recientes no pueden compararse con las clásicas y soportar un rutinario Livin’ in The Future después de un maravilloso Spirit In The Night es francamente duro. También lo es comprobar que tampoco los himnos han escapado al deterioro y que, lógicamente, las versiones de Badlands o Jungleland palidecen si las comparamos con las barbaridades en las que se convertían sobre un escenario hace 20 años.
 
Es posible que todo esto suene a lamento de fan antiguo, pero, más allá de lugares comunes, conviene tener una cierta perspectiva. Los que estuvimos en Montjuic el 21 de abril de 1981, y pudimos ver a Bruce y a su banda protagonizando uno de los mejores conciertos que nunca hayan dado seres humanos con instrumentos eléctricos, no podemos evitar una desagradable certeza de que el fin de fiesta es, más que aconsejable, obligado. Hasta ahora la cosa se ha mantenido, ir más allá sería poner en riesgo una de las historias más brillantes del rock and roll.
 
La E Street Band ha tenido su época y su gloria, ahora conviene emprender nuevos proyectos, lo que para un talento como el de Springsteen es una tarea perfectamente posible que ya ha emprendido con éxito en numerosas ocasiones. Puede ser triste, pero en esto del pop es imprescindible saber parar a tiempo. Ahí están los Beatles, que lo dejaron sin apurar los diez años y consiguieron la carrera más perfecta de la historia de la música popular.
 
 
 
 
 
 

 

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