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Diario YA


 

Un Estado que persiguiendo el paraíso soviético había traído en infierno a la tierra

Reflexiones sobre la victoria nacional de 1939

Pedro Sáez Martínez de Ubago. “Parte Oficial de guerra correspondiente al 1º de Abril de 1939, III Año Triunfal. En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, han alcanzado las tropas Nacionales sus últimos objetivos militares. LA GUERRA HA TERMINADO”. Burgos, 1º de Abril de 1939. Año de la Victoria. EL GENERALÍSIMO: Franco”. Con este telegrama, hace 75 años, se daba oficialmente por concluida la última guerra civil española.
Por supuesto, vendría un difícil periodo de posguerra, complicado aún más por el entorno internacional de de la Segunda Guerra Mundial. Y en estos años los españoles sufrirían algunas privaciones, como la cartilla de racionamiento establecida en mayo de 1939 y oficialmente en vigor hasta mayo de 1952.
Contrastando las frías estadísticas, puede verse que, en realidad, la España de 1936 era una nación arruinada moralmente: un Estado de graves persecuciones religiosas donde los católicos encontraban el martirio; un Estado donde la familia no estaba adecuadamente protegida por la legislación y donde se usurpaban por el poder facultades que, por naturaleza le eran ajenas. Un Estado que persiguiendo el paraíso soviético había traído en infierno a la tierra. Y también era un Estado arruinado económicamente, con una renta per cápita  de 131$, una deuda pública que pasaba el 60% del PIB, y una precaria clase media que frisaba el 20% de la población.
Gracias al Régimen surgido de esta Victoria, a finales de 1975, la renta per cápita era de 2.088$ (hoy es de 2.796), un índice de paro del 0,3% (hoy se acerca al 26%), una deuda del 12,8% del PIB (actualmente supera el 90%) y, lo más importante y la causa y consecuencia de todo, una pujante clase media donde se englobaba el 73,9% de la población. Población que, con la citada renta per cápita podía, por ejemplo, comprar un piso de 4 habitaciones por 150.000 pesetas, es decir 901,52€.
Años después, en 1972, tuvo lugar una famosa entrevista entre el Jefe del Estado español y el militar y político estadounidense general Vernon Walters, quien acudió aquí movido por la inquietud que la edad y salud de Franco ocasionaban al mundo occidental. He aquí la transcripción, de una parte de la conversación, narrada por el americano:
<Yo había estado en Madrid con Eisenhower y Franco me conocía.― “Su presidente quiere que le hable francamente, de qué?” Yo le dije:― “Mi general, por un accidente de la historia, el Presidente de los Estados Unidos tiene mucha responsabilidad en varias partes del mundo. El está muy preocupado por la situación en el Mediterráneo Occidental, tiene mucho interés y respeto por su opinión y quiere saber cómo ve usted los acontecimientos futuros en el Mediterráneo Occidental”. El me dijo:
 ― “Lo que realmente interesa a su Presidente es lo que acontecerá en España después de mi muerte, ¿no?”. Le contesté:
― “Mi general. sí”
― “Siéntese, se lo voy a decir: yo he creado ciertas instituciones, aunque nadie piensa que funcionarán. Están equivocados: el Príncipe será Rey, porque no hay alternativa. España irá lejos en el camino que desean ustedes, los ingleses y los franceses: democracia, pornografía, drogas y qué se yo. Habrá grandes locuras, pero ninguna de ellas será fatal para España". Yo le dije:
― “Pero mi general, ¿cómo puede usted estar seguro?”
― “Porque yo voy a dejar algo que no encontré al asumir el gobierno de España hace cuarenta años” Yo pensé que iba a decir “las Fuerzas Armadas”, pero él dijo:
― “La clase media española. Diga a su presidente que confíe en el buen sentido del pueblo español. No habrá otra guerra civil.”
Dicho esto, se levantó, me dio la mano y ya había terminado la entrevista>. 

Esto debería ser un testimonio lacerante y un revulsivo para los actuales dirigentes políticos españoles que, entre unos y otros, están acabando con ese factor de estabilidad que es la clase media. Recordemos el reciente informe de la Fundación FOESSA (Caritas) que tanto ha enervado al ministro Montoro, y que constata que, actualmente, en España hay más de 6 millones de personas sin trabajo y el 12% de la población española que trabaja no gana suficiente para escapar de la pobreza con alrededor de 13 millones de personas en esta situación. La brecha que se ha abierto entre las personas empobrecidas y las personas con más posibilidades de acceso a bienes y servicios es alarmante. Y desde el comienzo de la crisis, esta diferencia se ha incrementado en un 30%. La destrucción de empleo y la moderación salarial han sido determinantes en la reducción del nivel de renta de los hogares españoles, a lo que cabe sumar el efecto negativo sobre la renta disponible que han tenido tanto algunos de los cambios en las prestaciones sociales (reducción de las cuantías de la prestación contributiva de desempleo) como las mayores exigencias para percibir el subsidio y el aumento de algunos impuestos (incremento de los tipos marginales del IRPF y de los tipos del IVA).
 
Quizá convenga recordar aquí que, preocupado por el desarrollo de la población y su poder adquisitivo, en un contexto de posguerra civil y de guerra internacional, el Régimen de Franco dispuso una gratificación extraordinaria que implicaba la retribución de una semana de salario y que percibirían todos los trabajadores en diciembre de 1944 para hacer frente a los gastos de las fechas navideñas. Posteriormente, en 1947, desde el gobierno, se pensó en realizar una segunda gratificación anual, pero esta vez como conmemoración a uno de los días grandes señalados en el calendario de la época: ‘el Alzamiento Nacional’. Y es justo reflejar que, aquellas pagas eran realmente extraordinarias porque eran un añadido a las 12 retribuciones mensuales que percibía el trabajador. No como hoy en que, en el caso de percibirse, sólo son el resultado de prorratear las extras entre las 12 mensualidades o incluso de dividir entre 14 el salario ofrecido al trabajador. Salario legítimo que es arbitrariamente enajenado cada vez que el gobierno de turno, sea centrista socialista o popular, decide costear las crisis y malas gestiones expropiando unas pagas que ya nada tienen de extraordinarias.

Con motivo del fallecimiento de Adolfo Suárez, se ha hablado mucho de los logros de eso que se llama la Transición. Pero viendo a qué nos han conducido los consensos, los pactos de la Moncloa la vigente constitución… perfectamente cabal y legítimo, preguntarse qué se ha hecho con el fruto de los sacrificios de tantos españoles para consolidar los logros de aquella Victoria de las tropas nacionales en que adquiere su más hondo sentido la enseñanza de Donoso Cortés: “si hay un hecho que proclame en alta voz el mundo y que consigue la Historia, es el hecho de la acción civilizadora de una guerra”.
 

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