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Diario YA


 

Veníamos, supuestamente, de la oscuridad y se nos prometía la luz

Sin Dios, todo es corrupción

Rafael Nieto, director de Sencillamente Radio en Radio Inter. Veníamos, supuestamente, de la oscuridad y se nos prometía la luz. Era el fin de las libertades limitadas, del control del Estado y de las mañanas grises. La democracia, con su esplendor, se presentaba ante los españoles en forma de referéndum para que el conjunto de los ciudadanos eligiésemos a nuestros representantes. Nos íbamos a equiparar al resto de países desarrollados. Había que enterrar el pasado porque sólo desde lo nuevo era posible construir el futuro.

Pero cometimos un error de base fundamental, que es dejarlo todo en manos del positivismo. Para poder representar a los demás, y para poder gestionar caudales públicos, para armar un proyecto común de convivencia, además de conocimientos técnicos, de haber pasado por la Universidad y de ser fiel a unas ideas, es necesario algo que en ningún momento se consideró importante: la integridad personal basada en unos valores firmemente arraigados. Es decir, nos olvidamos de las personas porque lo que importaba era crear una clase política. Una casta política.

Y esos valores (lo siento por aquellos que aún no se hayan dado cuenta) no pueden ser otros que los del cristianismo. En el momento en el que Dios desapareció de nuestra vida pública, de los documentos oficiales, de las leyes, de las ceremonias oficiales, de los nombramientos...Desde el preciso instante en que España se fió más de los hombres que de Dios, empezó a cavar su tumba, que es la de todos. Hemos dado la espalda al Creador del Universo y nos hemos echado en brazos de unos cuantos papelujos firmados por tíos de carne y hueso. Y así nos va.

Desde entonces, además de unos cuantos avances que no negaré porque ahí están, lo que hemos tenido han sido casi cuatro décadas de corrupción. Y no, no me refiero a las decenas de escándalos que han aparecido en los MCS, y que siguen apareciendo casi a diario, sin que las grandes fuerzas políticas hayan hecho otra cosa, hasta ahora, que disculparlos, esconderlos o justificarlos. Me refiero a otra corrupción: a la que sirve de caldo de cultivo para la institucional. La corrupción de las almas y de las conciencias. La corrupción que es parte inseparable del pecado y de la soberbia.

Ahora, nuestros gobernantes intentan conseguir la cuadratura del círculo. Se empeñan en imaginar medidas y más medidas de control de sus propios elegidos, de ellos mismos, para que no sigan apareciendo casos de choriceo, tráfico de influencias y amiguismos. No lo hacen porque crean en la honestidad: lo hacen porque viene Podemos con la guadaña, con la escoba. Ahora, con prisas, hay que inventar algo que impida que quien tiene acceso fácil y rápido al dinero de todos, no lo meta en una bolsa y se lo lleve a Suiza. Y no encuentran solución, por la sencilla razón de que no hay solución.

No puede haber manos limpias donde hay corazones sucios. No puede haber integridad, humildad, hermandad, no puede haber una mirada amorosa hacia los que sufren cuando el mensaje que hemos metido en las cabezas de la gente es: "hazte rico de manera fácil y disfruta de la vida, que nos morimos pronto". Lo que no tenemos, lo que nos falta como sociedad, es un modelo que antes sí teníamos, un modelo antropológico que nacía de Dios y que nos ponía a Cristo como modelo. ¡Eso es un modelo! Ahora, los más ilustrados, quieren parecerse a Churchill.

Esta semana, el presidente del Gobierno ha anunciado en el Congreso varias medidas para atajar la corrupción. Los partidos deberán garantizar que sus militantes elijan a sus órganos de dirección. La financiación ilegal será considerada como un delito. Los cargos tendrán que declarar todos sus bienes al inicio y al final de su actividad pública. Se reforzará el control de las incompatibilidades. Se crearán nuevas plazas de jueces y fiscales para agilizar los procesos judiciales. Medidas liberales para una forma liberal de entender la vida, al hombre y al mundo.

 

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