Principal

Diario YA


 

y muy especialmente a los que su pasión les ha costado la vida

Un merecido homenaje a todos los profesionales del mundo del toro

Javier García Isac

Murió otra figura del toreo, murió Iván Fandiño a la edad de 36 años de una mortal cornada en una plaza de toros en Francia. No pretendo yo aquí en este artículo, en estas pocas líneas convencer a nadie para que se aficione o le guste el arte de la tauromaquia. Para eso están grandes periodistas, grandes profesionales especialistas en la materia que a buen seguro lo harán mucho mejor que yo. Lo que si que pretendo es rendir un tributo, un merecido homenaje a todos los profesionales del mundo del toro y muy especialmente a los que su pasión les ha costado la vida.
Ser torero, entendiéndose por torero todo banderillero, picador, rejoneador o matador, es de las cosas más serias que hoy día se puede ser. Arriesgar tu vida por una pasión, por un sueño de gloria o triunfo, merece todo el respeto y reconocimiento. Vivimos en una sociedad donde se premia a tibios, débiles, mediocres y pusilánimes. El torero representa todo lo contrario de la falta de valores que nos ha tocado vivir. Son ejemplo de solidaridad y humildad, de trabajo y esfuerzo, de dignidad y orgullo.
Solo desde esa falta de valores, desde esa simplificación de lo absurdo, se entiende que algunos imbéciles se mofen o se rían de la muerte de un torero.  Son los mismos mierdas que se consideran amantes de los animales porque tienen alguna mascota doméstica en casa, o donan algunos euros, pocos en la mayoría de las ocasiones, para alguna asociación animal, pero no tienen reparos en justificar el crimen que supone el aborto o la liberación de etarras, criminales o violadores. Estos mierdas son los que equiparan el valor de la vida de un animal al de un ser humano, sin conocer ni saber el arte y el fondo de la fiesta.
No voy a explicar lo que es un toro de lidia, ni del peligro que corre la especie en caso de desaparecer las corridas de toros. Seguramente eso no interese a las mierdas. Desean la desaparición de la fiesta por ser símbolo de nuestra cultura y nuestra identidad. Estoy seguro que el animal les importa poco. Tampoco se preguntan cómo mueren los peces que comen o la carne que devoran. No me apetece entablar un debate de besugos con imbéciles que cuestionan el valor de la vida humana. Lo mejor es el desprecio. Posiblemente estos sujetos sufrieron algún trauma infantil no diagnosticado y mucho menos curado. Necesitan tratamiento urgente y firmeza.
En la mayoría de la ocasión la idiotez y la ignorancia funcional se soluciona leyendo, pero no vale cualquier tipo de lectura, debe ser la adecuada según el grado de imbecilidad. En otras muchas, basta con dos buenas bofetadas con la mano abierta para superar alguna tensión no resuelta.
Hemos dados muchas pistas de cómo detectar con suma facilidad al mierda anti taurino que antepone la vida de un animal a la vida humana. Otro rasgo muy característico de estos individuos con pretensiones de superioridad es el desprecio que sienten hacia sus semejantes. No lo reconocen, pero son psicópatas, pues solo desde esta perspectiva uno puede llegar a entender, que no compartir, algunas de las salvajadas que se atreven a decir. Si no están enfermos, merecen un castigo severo por parte de la maltrecha justicia española.
He de reconocer que no tengo ni el arte ni las condiciones adecuadas para haberme dedicado a esto del toro, pero siento una profunda envidia hacia todos ellos. Tienen toda mi admiración, mi reconocimiento y sobre todo mi cariño por ser como son, por estar hechos de una pasta especial y por estar dispuestos a morir por una pasión, que estoy seguro solo en escasas ocasiones les merece la pena y se les reconoce como es debido, y todo  a cambio de un sacrificio que no ofrece la recompensa que se merece. Va por todos ustedes, y sobre todo por aquellos maestros que nos dejaron de forma prematura bañando el albero con su sangre de torero.

 

 

Etiquetas:Javier Garcia Isac