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Diario YA


 

“La política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular”. Edmond Thiaudière.

¡Vd., señor Sánchez, nos sale muy caro!

Miguel Massanet Bosch.

En ocasiones conviene recordar a los políticos que sean consecuentes con sus propias opiniones, que tengan a bien recordar alguna de las etapas de su vida y lo que decían entonces, para evitarles la vergüenza de que sean las hemerotecas las que les saquen los colores a la cara cuando, en ellas, se demuestra la doble vara de medir cuando se juzgaron hechos o comportamientos de otras personas que ocupaban el poder y, ahora, que son ellos quienes mandan, incurren descaradamente en aquellos mismos errores que ellos criticaron, acerbamente, entonces.
En estos momento, en España, estamos pasando por una situación complicada, que no es que afecte a un grupo de ciudadanos determinado, a los ricos, por ejemplo, sino que la padecen todos los españoles, cualquiera que fuere su rango social, su situación económica, su trabajo o el trabajo de las empresas en las que se ganan la vida cientos y miles o millones de empleados; ya que son todos, sin distinción alguna, los que dependen de la energía eléctrica en sus vidas, porque todos la usamos para cualquier actividad de nuestra existencia cotidiana. Estamos hablando, no es difícil adivinarlo, del tan traído y llevado tema de la energía eléctrica.
No vamos a intentar desentrañar los intríngulis de la factura de la luz, porque nos declaramos incompetentes para hacerlo, pero si podemos opinar sobre la cifra final, incluido el IVA, de la factura que, cada periodo de tiempo, nos presentan las respectivas compañías que nos la suministran, y que han conseguido que los usuarios nos horroricemos cada vez que nos enfrentamos a ella. Pero, cuando nos aparece la señora ministra, Teresa Ribera, vicepresidenta ecológica (¿por qué será que cada vez que sale a relucir el aspecto ecológico de un tema los ciudadanos nos ponemos a temblar?), para intentar justificar que estamos pagando el triple por consumo eléctrico de lo que nos correspondía hacer hace un año, todo lo que nos dice, todo lo que nos quiere que nos traguemos y las hipotéticas soluciones con las que intenta calmar los ánimos exacerbados de los indignados consumidores, no hace otra cosa que demostrar que estamos en manos de un grupo de ministros ineptos, fariseos, fanáticos y alejados por completo de la dura realidad de que España va camino de convertirse en una de las tristes y empobrecidas naciones de donde nos ha llegado este comunismo bolivariano, que viene condicionando todas las decisiones de este Gobierno.
Conviene que le recordemos, a nuestro engolado y poco creíble presidente del Gobierno, que cuando todavía sólo aspiraba a ser elegido para el cargo que actualmente ostenta, fue él quien no tuvo reparos de decir al anterior presidente, señor Rajoy, que su gestión de la luz era muy deficiente porque el precio de la factura eléctrica, había subido un 13%. Sus palabras de reproche fueron las siguientes: “! Ud. señor Rajoy, nos sale muy caro ¡”. Imagínense lo que ahora le podría replicar el expresidente al señor Pedro Sánchez, cuando esta misma factura ha triplicado su coste desde el año pasado. Pero quienes ostentan el poder no son personas de fiar, no tienen el mínimo sentido de lo que es una nación democrática y su forma de gobernar está enteramente basada en el engaño, la ocultación, la tergiversación, la descalificación del adversario y el intento de anular cualquier posibilidad de réplica, convirtiendo las cámaras de representación popular en un sanedrín en el que lo único que se hace es aplicar el peso de una mayoría, cuya única misión es tumbar cualquier idea, propuesta, intervención o proyecto de ley que quisiera aportar algún miembro de la oposición. De hecho y, a nivel nacional, se está poniendo en práctica el famoso cordón sanitario que, en la anterior legislatura, se intentó llevar a cabo con aquel pacto del Tinell.
La única forma que parece que sería posible, en este enmarañado y complejo melting de trasporte, precio de origen, impuestos y recargos por energías alternativas, hubiera sido el potenciar la energía atómica, algo que para la izquierda es como mentar la cuerda en casa del ahorcado pues. a pesar de todo, es la más barata, la más limpia y la única que puede ayudar a rebajar el coste eléctrico. No obstante, la dubitativa política que ha caracterizado a los últimos gobiernos respecto a la promoción del resto de energías, la falta de una política acordada y consensuada con la oposición y el elevado coste de las nuevas infraestructuras eólicas y la supresión del carbón debido a su componente contaminante, hacen que dependamos de las hidroeléctricas que, como se ha demostrado están pendientes de la lluvia, que no es precisamente un elemento con el que siempre su pueda contar en nuestra nación.
Lo que parece que descarta la ministra es recurrir a una bajada de la carga impositiva sobre la electricidad, estimando que, el 21% que ya rebajaron hace unos meses es lo más que se puede hacer. Claro, si lo que no quieren reconocer es que se han embarcado en un despilfarro del gasto social que nos lleva a una DP que supera ampliamente el billón de euros y el gasto de pensiones amenaza con absorber los primeros 9.000 millones de euros que nos deben llegar de Europa, el único camino es subir impuestos y mantener los que ya tenemos, para que las fauces hambrientas de Hacienda consigan recaudar las ingentes cantidades que Pedro Sánchez y sus correligionarios precisan para conseguir que sus votantes no le vuelvan la espalda.
El primer efecto, entre los muchos que ya se van produciendo y los que se van a producir como consecuencia del encarecimiento desproporcionado de la energía eléctrica, ha sido el que el IPC del mes de agosto de este año haya subido un 0’4% en relación con el mes anterior, situando la tasa interanual en el 3,3%, según datos avanzados por el INE. El INE avanza, también, una estimación de la inflación subyacente que aumentó en agosto una décima, hasta el 0,7%. El sistema de hablar de que se tomarán medidas para paliar el efecto de estas subidas tan elevadas del coste energético, es algo a lo que ya nos tienen acostumbrados los miembros de este gabinete ministerial, que han encontrado en ello una manera de dilatar, sin día, la solución de aquellos problemas que son incapaces de resolver.
Y como el quitarse responsabilidades de encima es algo inherente al modo de actuar de nuestros gobernantes, achacan todo el problema del aumento a los elevados precios del gas y de los derechos de emisión de CO2. Y nos preguntamos para que sirven tantas reuniones, tantos encuentros internacionales, tantos acuerdos incompletos y tanta hipocresía por parte de las grandes naciones si, luego, todo se soluciona en un mercadeo de compra venta de contaminación, cuando son las grandes naciones, China, Rusia y EE. UU las que contaminan más y las que menos contaminamos las que pagamos el pato por la contaminación que emitimos.
Y aquí tenemos a Alemania que ya amenaza con volver a consumir carbón para sus eléctricas, un elemento energético del que dispone en abundancia, explotando las minas de las que dispone de este material altamente contaminante. ¿Qué hace nuestro ministro de AA.EE, cuál es su influencia respecto al resto de naciones europeas, si resulta incompetente para poner freno a semejantes injusticias? ¿De verdad está España en el centro político de Europa, como apuntó este ministro de nuevo cuño, José Manuel Albares, o es que se ha creído lo de que los EE. UU están encantados con España? Lo que sí nos podemos creer, porque lo ha dicho la señora ministra, Teresa Rivera, es que vamos a pagar un 25% más caro el recibo de la luz. Y esta no es, evidentemente, una buena noticia para la economía de esta nación.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, resulta altamente descorazonador observar el grado de falta de realismo, de cerrilismo de izquierdas, de incomprensión de lo que es una nación democrática, libre, en la que cada sector tiene sus derechos, objetivos y obligaciones para con el Estado y esto es muy importante que estos señores que nos gobiernan y actúan guiados simplemente por obsesiones partidistas lo entiendan, ya que no es España, al menos constitucionalmente, una nación comunista, ni un sistema dictatorial en el que se puedan poner limitaciones a la libre empresa, a la propiedad privada, a los derechos de los ciudadanos a pensar como quieran y a actuar libremente, dentro de la Ley y el mandato constitucional. La señora ministra, una vez más, incurre en el error de pensar que la empresa privada debe de ser una rama de la administración pública, asumiendo roles que no le corresponden, cuando dice, con una candidez que resulta absurda en una persona de su rango y condición, que empresas como Iberdrola, Naturgy, Endesa o Viesgo no han mostrado “ninguna empatía social”. Pero ¿de qué nos habla Ud. señora? Una empresa no es una ONG, ni una institución caritativa o una dependencia estatal de ayuda a los necesitados, una empresa se constituye para generar beneficios con los que pagar al capital que ha ayudado a crearla. No tiene sentimientos, ni empatía, ni otros deberes que el de cumplir con las leyes sociales y pagar los correspondientes tributos al Estado.  Y ahora va la frase de hoy, que se la debemos a Esopo: “Las palabras que no van seguidas de hechos, no valen nada”