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Diario YA


 

Gastronomía

José Luis Jiménez. 5 de enero.
 
EL  ROSCÓN DE REYES
 

Una de las tradiciones culinarias que, afortunadamente, se mantienen es la del Roscón de Reyes. Es uno de los productos que no falta en casi ninguna casa. Es más, en numerosísimos establecimientos de hostelería ofrecen el Roscón en estos momentos como elemento primordial. Y el público lo solicita. Tanto en los establecimientos antes aludidos, como en pastelerías, confiterías, supermercados y panaderías. En unos días tendremos noticias de los miles de kilos que se han consumido. Seguro que será impresionante.

Nunca está de más echar un vistazo a los orígenes de las cosas. El roscón de reyes es un bollo anular de pasta esponjosa que oculta en su seno una sorpresa. Aquí quiero hacer un pequeño paréntesis. Hemos estado a punto de perder este elemento tan significado del roscón. Pero no por ninguna cuestión extraña. Por algo tan elemental como la seguridad. No hace muchas fechas se especuló con la posibilidad de no poder incluir la tan marcada sorpresa. Y esto en base a que no está permitido comercializar ningún producto que pueda contener algún elemento peligroso para la salud de los niños. Afortunadamente, al menos de momento, esto se ha evitado.

Este bollo que tiene como fecha clave el 6 de enero, fiesta de la Epifanía, es lo que ha quedado de una tradición cuyo origen se pierde en los tiempos más remotos. Durante el Imperio Romano, en este mismo periodo del año, se celebraban grandes fiestas en honor de Saturno, el dios del tiempo, que en un principio duraban tres días, luego cuatro y, posteriormente, cinco. Durante las saturnales su suprimían los negocios públicos y los privados, y no se ejercitaba ningún arte, excepto el de la cocina. En recuerdo de la igualdad que imperó bajo el gobierno de Saturno los amos debían servir a los criados y éstos gozaban del privilegio de decirles cuanto querían y hasta afearles sus defectos. Esta libertad de algunos días degeneró en licencia y las Saturnales se convirtieron en libertinaje.

Saturno era un dios que tenía fama de aportar paz, abundancia y prosperidad; la ceremonia más importante de las Saturnales consistía en nombrar por medio de la suerte un <<Rey de la fiesta>> al que se le concedía la máxima autoridad durante esos días, en los que se sometía a él tanto amos como esclavos. Esas fiestas se fueron convirtiendo en verdaderas orgías, por lo que la Iglesia hizo esfuerzos para hacer desaparecer estos festejos paganos.

Siglos después, la fiesta de la epifanía comenzaría a celebrarse el 6 de enero para conmemorar la llegada al portal de Belén de los  Magos de Oriente para adorar al Niño Jesús. Seguramente los orígenes de esta tradición hay que buscarlos en la Basílica de la Grecia antigua, pues la Iglesia nunca ha desdeñado aquellas fiestas que podían cristianizarse, y en ésta la ceremonia básica consistía en elegir mediante la suerte un <<Rey del haba>> entre los niños más pobres. El agraciado era vestido con magníficos ropajes, presidía la misa y la comida y era obsequiado con el producto de una cuestación que con este fin se realizaba. Esta costumbre se extendió en algunos lugares a las familias, en las que también se elegía un <<rey>> entre los familiares y amigos, para lo cual en la comida del día de Reyes, el más pequeño de la casa era colocado sobre la mesa para repartir entre los comensales los pedazos de un bollo que escondía en su masa un haba, u otro objeto. Al partir el pastel se reservaban los primeros pedazos, uno para el Niño Jesús, otro para la Virgen, otro para los Reyes Magos, que en realidad estaban destinados a ser repartidos entre los más pobres. La persona que encontraba en el trozo que le había correspondido la sorpresa oculta, se ceñía a las sienes una corona y podía elegir una reina y unos ministros. El elegido quedaba obligado a ofrecer en agradecimiento una nueva comida con un pastel de Reyes.

La costumbre del pastel de Reyes estaba extendida por toda Europa. Los españoles debieron de conocerla a través de los soldados repatriados de Flandes y después se hizo más popular a partir de la entronización de los Borbones con Felipe V, en el año 1701.

Para elaborar el roscón no existe una receta uniforme, pero los ingredientes principales y básicos son: harina, mantequilla, azúcar, levadura prensada, huevos, sal, agua de azahar, cáscara de limón rallada y frutas confitadas para adornar. A partir de aquí, las variantes que se quieran. La oferta en la calle es muy amplia. Pero una sugerencia. Acudan a aquellos lugares que le ofrezcan confianza. Ademas, uno de los elementos para apostar por seguro es el de aquellas pastelerías que tengan expuesto en sitio visible el distintivo de <<pastelería artesana>>. Esas enormes pilas de cajas de roscones que vemos en bastantes establecimientos, especialmente de gran capacidad, no me terminan de convencer. Existen muchas posibilidades de que hayan estado congelados. Repito, merece la pena buscar lugares acreditados.   

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