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Los católicos norteamericanos y la política

Alberto Acereda. 21 de abril.

La mayoría de los fundadores políticos de Estados Unidos como nación fueron anglicanos. Hubo algunos católicos como Charles Carroll e iniciales legisladores como Daniel Carroll o Thomas Fitzsimons. Durante el siglo XX, la presencia de políticos de creencia católica fue aumentando, sobre todo tras la elección presidencial de John F. Kennedy, siendo ya hoy los católicos la base mayoritaria (casi el 30%) en el Congreso de los Estados Unidos, así como la filiación religiosa de un gran número de gobernadores estatales. A día de hoy se contabilizan en Washington como católicos hasta 26 senadores en el Senado (17 Demócratas y 9 Republicanos) y 136 congresistas en la Cámara de Representantes (98 Demócratas y 38 Republicanos). Y todo esto con un índice de población norteamericana de católicos que llega al 25%. A primera vista, estos datos parecerían buenos. Sin embargo, los políticos norteamericanos que se profesan “católicos” -fundamentalmente los del Partido Demócrata- son lo que aquí llamamos “católicos de cafetería”, o sea católicos sólo de nombre y no de práctica.

Muchos de estos políticos se comportan como si las enseñanzas y obligaciones de la Iglesia Católica respecto a la defensa de la vida o el matrimonio entre hombre y mujer fuera algo opcional. Baste recordar el apoyo permanente del aborto por parte de estos políticos del Partido Demócrata: ahí están -entre otros- los senadores Christopher Dodd, Tom Harkin, Edward Kennedy, John Kerry (candidato a la presidencia en 2004 por su partido), Daniel Patrick Moynihan o Patrick Leahy, todos a favor del aborto y lo mismo el vicepresidente Joe Biden, primer católico en ese cargo en la historia de Estados Unidos. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, lidera también en esa cámara la cruzada de los políticos que se llaman “católicos” del Partido Demócrata a favor del aborto, unida a la de figuras pro-abortistas elegidas por Obama, como la “católica” Kathleen Sibilius. Las excepciones de políticos de dicho partido que se oponen al aborto son mínimas y se limitan a casos muy aislados (Bob Casey y Tim Ryan). Aun así, el primero votó recientemente a favor de una ley para enviar dinero a organizaciones pro abortistas internacionales. Varios obispos norteamericanos han venido lanzando ya pastorales insistiendo en la santidad de la vida humana y la obligación de todo católico de cumplir en su totalidad con la doctrina social de la Iglesia Católica. Aun así, en el Partido Demócrata hacen oídos sordos a todo esto porque -pese a todo- siguen obteniendo votos de la ciudadanía.

Durante el siglo XX el voto católico en Estados Unidos procedía de votantes ligados al Partido Demócrata, sobre todo de clases trabajadoras (minería, industria) aunadas en sindicatos y plataformas dirigidas por dicho partido y ligadas a las coaliciones salidas del “New Deal”. Buena parte de ellos procedían de la inmigración de países católicos; sus hijos, nietos y biznietos han seguido votando durante décadas al Partido Demócrata por razones históricas y de sangre. No se trata de un bloque de votantes monolítico, pero sí clave para ganar una elección. De hecho, en ocho de las últimas nueve elecciones presidenciales, el ganador capturó la mayoría del voto católico. En noviembre de 2008, Barack Obama obtuvo el 54% del voto católico, frente al 45% de John McCain, si bien es cierto que entre los católicos más practicantes y de misa dominical, McCain ganó con un 55% frente al 43% de Obama. Aun así, los votantes católicos siguieron la tendencia electoral mayoritaria de preocuparse más por la economía e ignoraron en muchos casos las pastorales de los obispos norteamericanos.

En los últimos años, el Partido Republicano -y especialmente su base conservadora- ha sido capaz de recortar el monopolio del Partido Demócrata sobre los católicos. La victoria de George W. Bush en 2004, por ejemplo, fue prueba de ello y tras la elección de Obama, cada día son más los católicos que están dándose cuenta de la contradicción de ser católico y votar al Partido Demócrata en lo que éste tiene de pro-abortista y de partido que apoya alterar el concepto tradicional del matrimonio. Basta comparar el elenco de políticos en dicho partido con las claras posiciones a favor de la vida, la familia, el matrimonio tradicional y los cheques escolares que toman los políticos católicos en el Partido Republicano: Bobby Jindal, John Boehner, Thaddeus G. McCotter, Steve Chabot, Virginia Foxx, Phil Gingrey, Peter King, Steve King, Daniel Lungren, Devin Nunes, John Sullivan, Patrick Tiberi…, además de líderes como Michael Steele, Jeb Bush, Newt Gingrich y otros varios conservadores. En el Tribunal Supremo hay también importantes jueces católicos que -desde sus valores conservadores- siguen defendiendo y luchando por el derecho a la vida: John Roberts, Samuel Alito, Antonin Scalia y Clarence Thomas, precisamente jueces nombrados por presidentes Republicanos. Hasta 1973, el aborto era un crimen universal en Estados Unidos. Por eso, acabar con aquella dañina decisión judicial de legalizar el aborto (“Roe v. Wade”) ha sido y sigue siendo uno de los objetivos primordiales de los conservadores y católicos que se hallan en el Partido Republicano. La cuestión ahora está en saber qué harán los católicos norteamericanos en un momento en que las posiciones de la Administración Obama y del Partido Demócrata en el tema del aborto y el matrimonio, así como en otros varios frentes, resultan diametralmente opuestas a las que inculca la Iglesia Católica.

 
 

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